lunes, 24 de septiembre de 2007

Hoy, llegó el fin de un día mas sin novedad alguna, el sol se va ocultando poco a poco, dejando detrás de las nubes solo su estela de luz, “cuando uno está demasiado triste, las puestas de sol son agradables”, quisiera estar en el planeta de El Principito, ahí, podría disfrutar no de una, sino de 1,000 o más puestas de sol.
Una a una, se van prendiendo las luces de la gran ciudad, me voy andando rumbo a casa como tanta gente más, masticando sola el amargo dulce de la soledad, preguntándome nuevamente: ¿dónde estará aquella persona que es para mí?, en medio de tanta gente perdida en la misma ciudad, tal vez se esté preguntando por mí.
La noche ha caído ya, el viento juega con mis cabellos y se introduce por los poros de mi piel hasta llegar a lo más recóndito de mi alma, logrando estremecerla, ya no queda ni un rayo de luz, la soledad aumenta conforme se penetra en lo oscuro y profundo de la noche.
Gente habla a mi alrededor, los autos van, pasan parejas que hoy se han dado cita, que hoy hablarán de amor, un periódico es transportado por el viento y como todos los que se sienten solos, despacio me marcho dejando solo el aliento cansada de esperar, con la nostalgia dando un vuelco en mis entrañas…

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