jueves, 27 de septiembre de 2007

El viento que sopla esta noche me trae nuevamente el murmullo de tu voz, esa voz cálida y sencilla que tantas veces me elevó a las nubes de las cuales no podía descender por voluntad propia.
El viento que sopla esta noche no entiende que tú ya no estas y que probablemente nunca volverás, pero él no lo entiende y sigue trayendo en sus alas de espuma la melodía de tu voz.
Parece que la noche oscura se empeña en ser su cómplice al tender su velo negro sobre la faz de la tierra cubriendo todo lo que esté en su paso, incluyendo mi alma, dejando como única luz difusa, lo azul de tu recuerdo.
Si, solo tu recuerdo que se ha enraizado en mi ser como una espada en la roca y no he podido cortarlo de tajo, al contrario, cada vez que el viento, la noche y todos sus elementos se cercan uno a otro, va tomando dimensiones insospechadas, jamás soñadas, apoderándose de mi alma y apretando tan fuerte hasta hacerla añicos, dejando trozos de mi corazón mutilados por doquier, y después, lo veo realizar un recuento de todos los daños provocados e ir pegando uno a uno los trozos de mi atrotada alma llamada melancolía…

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