miércoles, 2 de enero de 2013

Año Nuevo, Soledad Nueva

Hace tiempo, por casualidad, encontré en Twitter a Bibiana Faulkner (Twitter: @hartatedemi), es de esas personas que tienen la magia de ver tu alma y describir a la perfección los sentimientos, dejándote el alma desnuda y al borde de las lágrimas.

Hoy, con motivo del comienzo de un nuevo año, me atrevo a compartir uno de sus textos, lo marcado en cursivas es lo que yo no he podido expresar y ella lo ha logrado hermosamente:

Tener una lista con 12 propósitos para todo el año es pretencioso e insuficiente. La noche del 31 que se espera Año Nuevo, a 20 minutos de la llegada del año que comenzará, regularmente me atraganto con las uvas para la famosa cuenta de los meses; a veces como 11 porque una siempre está podrida y mi familia reunida me mira con apatía. No cabe duda que cuando las tradiciones se rompen, también se rompe la empatía.

· Dejar de pasarme los semáforos en ámbar porque este año trataron de extorsionarme al menos una vez por mes. 
· No enamorarme de Rebeca, la bailarina del club nocturno que visito con frecuencia. 
· Mantenerme sobria dos días a la semana. 
· Analizar mejor los equipos de football para dejar de doblar las pérdidas de las apuestas. 
· Tejer un suéter con la delicadeza que lo hacía mi abuela difunta porque también así tejía su vida. 
· Cambiar el ron por el coñac. 
· Dejar que mis hermanitos vivan plenamente su infancia, la última vez les dije que Santa Clos no era gordo ni se vestía tan rimbombante. 
· Impedirme beber café americano en una taza de espresso. 
· Aprender a lamerme las heridas como los gatos para que la paciencia disimule mis ganas de llorar. 
· No volver a quemar un texto por la pureza de la furia porque son partes de mí que no se regeneran. 
· Evitar entregar mi corazón en manos de quienes no pueden sostener ni su propia agonía. 
· Vivir para escribirlo. 

Así sería mi lista: pretenciosa. Hace años que dejé de escribir propósitos, que más, eran deseos. 

Existen deseos que están al alcance de nuestras manos al igual que los propósitos, pero preferimos pedírselos a un año que aunque nuevo, ya nos conoce, porque el tiempo es sabio y es viejo, porque es no renovable y es astuto, porque nadie le ve la cara, porque el tiempo todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, porque el tiempo en eso se parece al amor en 1 Corintios 13. 

No sé si deba preocuparme el ser empática con mi familia en las próximas fiestas, o yo repartir las uvas para evitar las podridas, o decidirme a invitarle un café a Rebecca, o tal vez nada de esto deba preocuparme. 

La magia de los años nuevos se rompe cuando ya no nos equivocamos en la fecha escribiendo “2013”, cuando los propósitos se vuelven deseos inalcanzables, cuando nos enamoramos sin correspondencia, cuando nos envolvemos en la tristeza de escribir para quien jamás nos lee. Todo para externar que el año nuevo nos deja más solos si eso queremos, o más juntos si eso buscamos, o más aferrados si eso no necesitamos. Todo para escribir otra vez que si el león no es como lo pintan, tampoco lo es el amor, ni los semáforos en ámbar, ni los gatos que buscan con desesperación sanar sus patas para volver a andar sobre vidrios tras una gata que les dejó. 



 

Missing You Blogger Template