viernes, 28 de mayo de 2010

El Sueño


Es media noche, la luna llena brilla intensamente a lo lejos, una ráfaga de viento anuncia tu llegada, observas la luna con ojos de gato, tu nariz busca el olor a tierra mojada que precede a la lluvia, ¿o será mi olor?, tus oídos perciben el murmullo insistente de los grillos y demás criaturas nocturnas que nos hemos dado cita esta noche, sé que no debo estar aquí, las hojas secas danzan alegremente movidas por el viento a tu alrededor y tus cabellos locos quieren danzar al mismo compás.

Tus ojos, dos luciérnagas brillantes, otean insistentemente el horizonte, todos tus sentidos están alertas al más mínimo sonido al más leve movimiento, nada pasa desapercibido; en la oscuridad se incrementa la sensibilidad y nada se te escapa, excepto yo, aún. Levantas la vista al cielo cuando una nube ha cubierto el resplandor de la luna, inmediatamente comienza a llover, cierras los ojos y disfrutas el frescor de la lluvia en tu cara.

Te observo calladamente, casi sin respirar, deseando estar a tu lado, quisiera seguir tu luz aunque me lleve a morir, un paso en falso y todo terminaría, he borrado mis huellas para que no me siguieran; me tienes embelesada, la luz de la luna refleja tu pálido rostro y las gotas de lluvia impregnadas en tu melena te dan un toque fantasmal, mágico, quiero aspirar tu aroma y comprobar si es el mismo, en el momento en que me inclino hacia delante para aspirarte, un golpe de viento alborota mi cabello, jugando en mi contra llevándote mi aroma que te hace regresar a la realidad abruptamente. Grave error. No respiro. No puedo ni moverme. El miedo se ha apoderado de mí. Mi corazón late tan fuerte que estoy segura que alcanzas a escucharlo. Veo como tus ojos me buscan. No debí venir. Pero la tentación venció a la precaución, tenía que verte y confirmar que no eras un sueño. No eres un sueño.

Estoy empapada por la lluvia, pero sé muy bien que esa no es la razón por la que mi cuerpo tiembla cual hoja al viento, cierro los ojos y procuro respirar profundamente para calmarme, siento tu mirada como una llama abrazadora recorrerme, me has descubierto, continúo con los ojos cerrados, esperando el final que tarda en llegar, abro los ojos lentamente y tu sonrisa me hiela la sangre. Nuestras miradas se enganchan. Curiosamente, el miedo se ha ido y la resignación llega como un bálsamo renovador. Sé que todo a terminado, realmente no se que esperas, no dejas de mirarme y de sonreír y no logro descifrar tu mirada, sé que mi rostro tiene la palidez de un fantasma que no espanta a nadie, menos a ti. Desapareces.
 

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