viernes, 16 de mayo de 2014

Vuelve.

Y la sorpresa se ve reflejada en sus ojos.


Recorre con la mirada cada espacio, cada rincón, en busca de algún rastro de toda la destrucción que sus ojos vieron por última vez, ya no está el derrumbe, la zozobra, los cielos borrascosos, las tormentas que al irse dejó.

Conforme avanza, puede observar que la luz nuevamente entra a raudales, así como el día que la conoció, todo se ve limpio, ordenado, con ese olor característico a hierba fresca, a aire limpio, a nubes blancas, a pan recién horneado, a café recién hecho, a hogar.

Todo fue reconstruido, aún se observan las cicatrices, pero es como si todo hubiera sido remendado con hilos de plata tan finos que pareciera un vitral por donde los rayos del sol entran y se convierten en inmensos e innumerables arcoíris.

Ahora puede respirar, ya no se siente el aire contaminado de tristeza y desesperación, ahora se respira calma y tranquilidad y no puede evitar sentirse nuevamente atraído, quiere quedarse, quiere volver a sentirse dueño, en casa, en su hogar.


El sonido de unas campanillas movidas por el viento lo saca de sus pensamientos y es entonces cuando la ve, ahí está, como siempre, pero diferente, como un ladrón se esconde y a hurtadillas la observa: a primera vista se ve frágil, efímera, pequeña, es increíble que alguien como ella haya soportado tan terrible tormenta. Extiende sus alas y al igual que todo a su alrededor están remendadas con esos hilos color plata. Siente una tristeza al recordar que fue él quien maceró esas hermosas alas que ya no podrán volar más.

Mientras más la observa, más diferencias encuentra, si es ella, pero no es la misma, las cicatrices la hacen ver mayor, su rostro, aunque hermoso, ya no es el de aquella niña de la que él se enamoró; la observa reír, hablar, feliz. Ahora sabe que esas campanillas que tintinean, es su risa, hasta eso cambió.

Quiere acercarse, hablarle, decirle que ha vuelto, que no volverá a irse, que todo fue un error, un mal sueño, una pesadilla de la que por fin despertó y ahora la va a proteger, volverá a ser su niña, como antes, como siempre, como ayer.

Sus pensamientos y su corazón quieren correr e ir a su encuentro, pero algo lo detiene, algo lo hace estar alerta y no salir de su improvisado escondite. Hay algo en esa criatura que lo detiene; aún recuerda como ella misma se rodeaba con sus brazos, para que los temblores provocados por el llanto, no terminarán de convertirla en polvo, recuerda sus ojos aterrados mientras los demonios que él mismo desató la rodeaban, los mismos demonios con los que ahora ríe, es aterrador.

Se ha quedado ensimismado observando a esos monstruos domesticados que no se dio cuenta del momento en el que ella lo descubrió, ahora sus ojos se encuentran y no puede soltarse de esa mirada, no logra definir el sentimiento que lo embarga, solo una infinita tristeza se ha metido a su alma y la está estrujando tan fuerte que es imposible retener por más tiempo las lágrimas que ahora ruedan por sus mejillas.

Ella sonríe pero la sonrisa no llega hasta los ojos que lo miran con profunda indiferencia. Y ahora lo sabe, se aleja como llegó, triste, pero satisfecho, porque hoy la ha visto sonreír.
 

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