Vuelve.
Y la sorpresa se ve reflejada en sus ojos.
Recorre con la mirada cada espacio, cada
rincón, en busca de algún rastro de toda la destrucción que sus ojos vieron por
última vez, ya no está el derrumbe, la zozobra, los cielos borrascosos, las
tormentas que al irse dejó.
Conforme avanza, puede observar que la luz
nuevamente entra a raudales, así como el día que la conoció, todo se ve limpio,
ordenado, con ese olor característico a hierba fresca, a aire limpio, a nubes
blancas, a pan recién horneado, a café recién hecho, a hogar.
Todo fue reconstruido, aún se observan las
cicatrices, pero es como si todo hubiera sido remendado con hilos de plata tan
finos que pareciera un vitral por donde los rayos del sol entran y se
convierten en inmensos e innumerables arcoíris.
Ahora puede respirar, ya no se siente el aire
contaminado de tristeza y desesperación, ahora se respira calma y tranquilidad
y no puede evitar sentirse nuevamente atraído, quiere quedarse, quiere volver a
sentirse dueño, en casa, en su hogar.
El sonido de unas campanillas movidas por el
viento lo saca de sus pensamientos y es entonces cuando la ve, ahí está, como
siempre, pero diferente, como un ladrón se esconde y a hurtadillas la observa: a
primera vista se ve frágil, efímera, pequeña, es increíble que alguien como
ella haya soportado tan terrible tormenta. Extiende sus alas y al igual que
todo a su alrededor están remendadas con esos hilos color plata. Siente una tristeza
al recordar que fue él quien maceró esas hermosas alas que ya no podrán volar
más.
Mientras más la observa, más diferencias
encuentra, si es ella, pero no es la misma, las cicatrices la hacen ver mayor,
su rostro, aunque hermoso, ya no es el de aquella niña de la que él se enamoró;
la observa reír, hablar, feliz. Ahora sabe que esas campanillas que tintinean,
es su risa, hasta eso cambió.
Quiere acercarse, hablarle, decirle que ha
vuelto, que no volverá a irse, que todo fue un error, un mal sueño, una
pesadilla de la que por fin despertó y ahora la va a proteger, volverá a ser su
niña, como antes, como siempre, como ayer.
Sus pensamientos y su corazón quieren correr e
ir a su encuentro, pero algo lo detiene, algo lo hace estar alerta y no salir
de su improvisado escondite. Hay algo en esa criatura que lo detiene; aún
recuerda como ella misma se rodeaba con sus brazos, para que los temblores
provocados por el llanto, no terminarán de convertirla en polvo, recuerda sus
ojos aterrados mientras los demonios que él mismo desató la rodeaban, los
mismos demonios con los que ahora ríe, es aterrador.
Se ha quedado ensimismado observando a esos
monstruos domesticados que no se dio cuenta del momento en el que ella lo
descubrió, ahora sus ojos se encuentran y no puede soltarse de esa mirada, no
logra definir el sentimiento que lo embarga, solo una infinita tristeza se ha
metido a su alma y la está estrujando tan fuerte que es imposible retener por
más tiempo las lágrimas que ahora ruedan por sus mejillas.
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